Hoy analizaremos el trabajo del fotógrafo español Cristóbal Hara.
Madrileño, nacido en 1946 hijo de madre alemana, pasó la mayor parte de infancia fuera entre Filipinas, Alemania y Estados Unidos, y quizá por eso enfocó después su interés en fotografiar su país natal.
Su fotografía era más documentalista que estética, buscando retratar la tradición cultural española.
Hasta 1985 Hara había trabajado solo en blanco y negro, pero desde entonces lo hará siempre en color. Su naturaleza periodistica evolucionó hasta cruzar la pared entre la realidad y la ficción. Retrata la identidad española haciéndo énfasis en su parte más humana, lo que quizá no define la escena pero sí refleja su auténtica naturaleza. Cada uno de sus documentos es un relato imaginativo pero fiel de la realidad de la españa rulal heredera de la dictadura franquista. Hara fotografía el patio trasero de España para presentarnos su auténtica fachada.
Hasta 1985 Hara había trabajado solo en blanco y negro, pero desde entonces lo hará siempre en color. Su naturaleza periodistica evolucionó hasta cruzar la pared entre la realidad y la ficción. Retrata la identidad española haciéndo énfasis en su parte más humana, lo que quizá no define la escena pero sí refleja su auténtica naturaleza. Cada uno de sus documentos es un relato imaginativo pero fiel de la realidad de la españa rulal heredera de la dictadura franquista. Hara fotografía el patio trasero de España para presentarnos su auténtica fachada.
Sencillo y humano en lo personal a pesar de su complejidad, las fotografías de Hara rompen los esquemas compositivos, son extrañas, emocionales, surrealistas y siempre pletóricas de vida.
Frias, 1994. |
Ésta fotografía pertenece a su álbum Contranatura. Con más de cien fotografías a color, este trabajo (publicado por La
Fábrica en el 2010) recrea la esencia rural española contemporánea bajo
la personal mirada del fotógrafo que se vuelve “contranatura” y se fija
en perspectivas visuales inusuales.
Como vemos, ésta fotografía concreta parece haber sido tomada sin preparación, de forma espontánea. Quizá en origen se tratara de fotografiar una celebración tradicional de las fiestas del pueblo, pero en lugar de tomar una fotografía que conforme un reportaje documentalista, Hara parece haber captado el momento erróneo, precisamente la escena irrelevante de la situación.
Sabemos que la fotografía fue tomada en la localidad de Frías, al norte de la provincia de Burgos, un pequeño pueblo de menos de 300 habitantes. En la imagen vemos en primer plano un niño jugando en lo que probablemente sea la plaza mayor del pueblo, donde al fondo conversan tres señoras mayores sentadas en un banco.
En cuanto a la organización espacial de la fotografía debemos tener presente que Hara no reparaba demasiado en estas cosas. Los dos elementos principales, el niño y el banco de señoras, estan dispuestos en distinta inclinación aunque sin embargo si respeta la simetría del eje central vertical, dejando la parte derecha al niño y la izquierda a las mujeres, distribución rota tan solo por la metralleta de juguete.
En cuanto al color, la escena se desarrolla en torno al marron y
blanco del suelo empedrado y la pared de piedra caliza de la casa al
fondo. El blanco del traje del niño coincide con la pernera que se deja
ver en el margen derecho de la fotografía que nos hace pensar que hay
más niños vestidos de la misma manera, y los tonos oscuros de la ropa de
las mujeres no destaca desde el segundo plano. Los colores que destacan
por encima del resto son el rojo de las vendas del niño y por encima de
todo el verde de la metralleta de juguete, que desentona en primer
plano y desde centro mismo de la imagen, por lo que pensaremos que era
intencion del autor darle éste protagonismo.
El niño está ataviado con lo que parece ser un impoluto traje de fiestas, con unos jirones de tela rojos semejantes a los de los san fermines pamplonitas, atados en brazos, cuello y en torno a los ojos a modo de venda. Lleva en la mano un juguete, una ametralladora de plástico verde como los de los soldaditos de plástico, y la empuña en gesto de disparo. El niño aparece con la boca abierta, probablemente pronunciando alguna onomatopeya para recrear los disparos de su subfusíl. Además, en la imagen se aprecia cierta distorsión sin duda debido a que el niño estaba moviéndose en el momento de la toma, lo que delata la espontaneidad de la fotografía.
La contradicción evidente está entre los elementos tradicionales de los festejos; jugar en la plaza del pueblo, el traje, los lazos... Con la metralleta de juguete del niño. Es el elemento que rompe con el entorno. La tranquilidad de un pequeño pueblo de montaña roto con armas de fuego, una irrupción de un elemento absolutamente fuera de su contexto. En contra de lo tradicional, las abuelas ven a sus nietos jugar a dispararse con metralletas por la plaza del pueblo, introduciendo un elemento extraño en la celebración.
Del niño destacaremos por último el lazo que le tapa los ojos. Tampoco es un elemento que aparezca por casualidad en una fotograía de Hara. Él siempre busca alternativas al lenguaje tradicional del reportaje, para no apoyarse en el sentimentalismo de las miradas, por lo que en sus fotografías aparecen con frecuencia caras tapadas o cabezas cortadas. En este caso al eliminar la mirada del niño, su cara es en lo último que nos fijamos. Sin poder descubrir la expresión del niño, debemos fijarnos en otros factores para descifrar la naturaleza de la escena. Si el niño disfruta masacrando a sus enemigos, sufre el terror del que huye a ciegas, o si quizá está haciendo burla a uno de sus amigos, nunca lo sabremos.
En un segundo plano vemos a las tres mujeres que ven el jugar al niño con, suponemos, el resto de jóvenes del pueblo. En un plano tan alejado tampoco de ellas podemos sacar un análisis expresivo en profundidad, pero si apreciar que visten sin gala alguna de ocasión especial, llevan pantuflas, por lo que no estarán muy lejos de sus casas, y dos de ellas mantienen una conversación mientras la tercera observa atentamente al niño esbozando una media sonrisa.
Queda patente tras éste análisis que Hara no presenta sus imagenes para comprenderlas claramente de un simple vistazo, sino que tu mente trate de recrear la acción vagando por la escena. No es una mirada masticada, más bien todo lo contrario.